sábado, 19 de septiembre de 2009

Con el chucuchu del tren

Los campos de Castilla que poemara Machado giran excéntricamente frente a mí,bastas llanuras amarillentas manchadas de encinas verdinegras hasta donde a mirar la vista alcanza.Avanzo de espaldas a mi destino, a un futuro bosquejado en algun lugar ya perdido en mi memoria.Avanzamos, de espaldas, pero avanzamos, lo cual viene a no ser poco amigo Sancho.Cables de alta tensión rasgan un horizonte que se deshace en tonos violeta; arriba el cielo es cada vez más oscuro, cada vez menos cielo. Unos ojos, que son los mios, me miran difuminados desde el interior de un cristal, y me reconozco, y me alegro.La ventana ya no es ventana, ya no es paisaje, ya no es llanura infinita; ahora es espejo, y en el espejo está ella, lee y de vez en cuando me mira, nos miramos y solo somos sonrisa, dos sonrisas.No hay sonrisa fea, ni tan siquiera la mia.Atras, o tal vez adelante, dado mi extraño avanzar, quedaron ellos, la amistad y la hospitalidad, agitando timidamente la mano, en pie, esperando pacientemente la partida, para brindar al aire un último adiós.
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