martes, 14 de julio de 2009

Mudanzas

Toda mudanza tiene algo de viaje al pasado, de encontrar en los rincones más deshabitados piezas del puzle que es a fin de cuentas nuestra vida.
Cajas repletas de recuerdos, recortes de prensa amarillentos por el tic-tac del reloj. Libros, y en esos libros, dedicatorias que hoy al releerlas toman un nuevo sentido; Desde pequeño escuché -los libros no se tiran- y eso es lo que ha salvado del vertedero a las mencionadas dedicatorias que ahora me dibujan una triste sonrisa en la boca.
Entradas de eventos a los que asistí y que por algún motivo que no sé explicar guardo como reliquias, como si por el hecho de conservarlas mantuviese la posibilidad de viajar a un tiempo pasado que nunca fue mejor.
Me doy cuenta de que guardo demasiadas cosas que racionalmente no tienen ningún valor. Racionalmente, he dicho.
Hay puros de boda que nunca fumaré, pero la vitola conmemorativa que los rodea les salva de arder en el fuego del olvido, seguirán conmigo, aún no encuentro el motivo, pero estoy seguro que el motivo existe.
He encontrado guardadas en sus respectivos sobres coloridas tarjetas de cumpleaños firmadas siempre por las mismas cuatro personas -que os voy a contar que no sepáis-. La más antigua se remonta a una época en la cual el que escribe acababa de cumplir 22 añitos, se trata de una de esas tarjetas que tienes que ir desplegando y van apareciendo nuevos mensajitos a medida que vas abriendo la susodicha, para acabar convirtiéndose en un póster, bastante grandecito la verdad, y en el que aparece una señorita llevando un bañador que parece del siglo pasado.
Dice así: “Por tu cumpleaños…/ …conociendo tu innato buen gusto y elevado sentido estético…/ …te he comprado una tarjeta de felicitación…/ …que tengo la absoluta certeza…/ ¡…no te dejará indiferente!”.
Y luego como es de suponer está repleta de mensajitos, algunos bastante subiditos de tono.
Un póster de una tal Mireia Artal ha aparecido también en este carrusel de recuerdos para alegrarme la vista, se trata de la ganadora del concurso Vecinitas FHM del año... ¡2004! La pobre muchacha pasa a la bolsa de papel reciclado sin pena ni gloria, que lástima... pero ya he dicho que no encuentro una explicación por la que un objeto se salva y otro no, serán cosas del destino.
Folios escritos a mano, con lápiz, de esos de mina dura, que arañan el papel y dejan un rastro perla sobre él, aparecen guardados en una carpeta de cartulina amarilla en la que en letras verdes aparece el nombre de una academia para futuros ingenieros; el primer folio escrito data de junio de 2003 y lleva por nombre “Las mil y una gracias”, a este le siguieron otros más, de tal modo que la carpeta tiene un grosor considerable, a día de hoy todos esos folios entran en un aséptico archivo Word que lleva por nombre “Sentimientos en voz baja” compuesto por 124 páginas y que tan solo pesa 494kB. Tengo dudas sobre qué hacer con ellos, condenarlos a la trituradora o dejarlos que sigan acumulando polvo en cualquier otro rincón. No sé qué hacer. De momento pasan a convertirse en los cimientos de un nuevo montón al que mentalmente pongo por nombre Pendiente.
Aparece un recorte de un articulo publicado en El País el domingo 28 de agosto de 2005 y firmado por Ray Loriga, en el que subrayado en rosa fluorescente se puede leer: “La vida se va cerrando con nosotros dentro, da igual si son los demás, o uno mismo, quienes van poniendo, uno tras otro, los barrotes. El resultado no varía nada en lo esencial. De todo lo que soñamos ser, después de muchos descartes, solo queda lo que somos.” No entiendo porqué con el paso del tiempo, determinadas sentencias toman nuevos sentidos, de todos modos, hace tiempo que interioricé la esencia del párrafo, así que ahora mismo ya es una pelota de papel dentro de una papelera.
Esta si que es buena, no recordaba haber escrito a mano tanto sobre esto, he encontrado cinco folios que tienen por nombre "citas, frases y comentarios interesantes", al igual que los anteriores folios manuscritos también se encuentran ya en su correspondiente archivo Word manteniendo el nombre inicial, si no recuerdo mal debe de contener a día de hoy del orden de ochocientas citas, cita arriba cita abajo. Sí, tengo mis rarezas, lo admito, pero soy del todo inofensivo.
Un plan de emergencia y evacuación de un centro comercial aparece junto a una serie de de denuncias efectuadas durante el periodo de tiempo que un servidor quemó suela de zapatos en su línea de cajas. Destino: papelera, previos cortes de tijera.
Perdonen ustedes el desorden de mi escritura, pero escribo tal y como voy reencontrándome con mis pequeños tesoros, y algunos de ellos hoy se me antojan de total actualidad. En una entrevista publicada en El País el domingo 17 de abril de 2005 a Vicente Ferrer (DEP) encuentro subrayada una respuesta lapidaria en la que afirma: el mundo se puede definir como tres cuartas partes de pobreza y una cuarta parte de egoísmo. Solo esa sentencia hace merecedor al papel en cuestión de su salvación eterna, la misma que merece el bueno de don Vicente.
Artículos sobre el cambio climático, centrales nucleares, energías renovables, minería, plantas de licuefacción de gas en el ártico, viajes por la Patagonia argentina, el Perito Moreno, Tierra de Fuego... a la bolsa de papel para reciclar.
Varios reportajes y entrevistas a Joaquín Sabina... al montón de pendiente.
Otro recorte viene a recordarme que hubo un tiempo en el que los que viajaban en cayucos escapando de la miseria eran los propios españoles, cruzándose nada más ni nada menos que el Océano Atlántico, allá por el año 1949, a bordo de veleros como el Elvira con rumbo a Venezuela. Se salva de la quema, le tengo designado un capitulo especial.
Fotos, muchas fotos, que si soy sincero algunas me da cosa mirar. Lo hago y no pasa nada. Son fotos, no hablan, se quedaron ancladas en un instante del pasado del que no tienen capacidad para volver.
También hay cartas o e-mails que no tuve el valor de enviar y que como es obvio hoy tampoco lo haré. Miento, sí las enviaré, pero no a sus destinatarios.
Hay un folio que por momentos me intranquiliza, en el encabezado pone preguntas sin respuesta, en su día las obtuve pero resultaron ser mentiras. Tacho el encabezado y le pongo un nombre más apropiado, preguntas que se respondieron con mentiras. Le hago un pelota y lo tiro a la papelera.
Es curioso esto del proceso selectivo. Esto sigue conmigo, esto no, esto depende...
¿Qué fuerza interior es la que me guía hacia cada una de las decisiones?
A ciencia cierta no lo sé.
Estoy rodeado de montones de papel por todas partes.
Por hoy ya está bien, mañana sigo, pero lo más importante está hecho, las cosas que a simple vista son insignificantes pero que en realidad son las más importantes ya tienen marcado su destino. Sé que lo he hecho bien, porque en ningún momento las decisiones las he tomado guiado por la razón.
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viernes, 10 de julio de 2009

Toda la vida es ahora.

Hay días en los que uno no está para nada ni para nadie. Va a ser que este es uno de ellos. No me apetece ni tan siquiera pensar; tan sólo dejar pasar el tiempo, y que este nos otorgue cierta perspectiva, ver el conjunto, ignorar el árbol para apreciar el bosque, que diría el místico. Sí, puede que hablando fino, tenga el día místico, pero hablando grueso y de manera inteligible puedo escribir sin confundirme que tengo el día tonto, como el tiempo, de tormenta, por eso supongo que es mejor esperar a que escampe para comenzar a pensar, quien sabe, igual un relámpago acaba por estimular la actividad de mi cerebro.
Hay que tomar una decisión que hoy es importante, pero lo más probable es que mañana esta importancia sea relativa, y yendo aun más allá, después de muchos mañanas, reiremos al recordar la angustia que hoy no nos deja pensar.
Esto es la vida y en esto consiste vivir, en tomar decisiones, unas importantes y otras insignificantes, unas acertadas y otras erróneas, pero lo trascendental es saber aceptar las consecuencias que dicha decisión acarree. Eso es lo difícil. No culpar al mundo de nuestras desgracias, ser consecuentes y admitir que somos al mismo tiempo jueces y parte de todo aquello que ocurre en nuestra vida y alrededores, que un gran porcentaje de nuestros aciertos y errores nos pertenece en exclusiva, de ahí que los logros alcanzados nos sean tan gratificantes y los fracasos nos arañen el alma. Podría decir que los logros son los remiendos con los que vamos cubriendo nuestros fracasos, y a pesar de releerlo y parecerme cursi, no por ello me parece menos cierto.
Mañana será otro día, igual mañana es hoy, porque todo hoy en algun momento fue mañana, o como dijo Machado, toda la vida es ahora, así es que ahora que me iluminó la azulada luz de un rayo, que algo hizo clic en mi cabeza, ahora, os dejo, tengo una llamada que hacer y unas consecuencias a las que hacer frente.
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viernes, 3 de julio de 2009

I'm happy

Los auriculares del Mp3 escupen a todo volumen la voz de Leiva (Pereza) diciendo lo de "A la avenida de La Estrella Polar..." y yo le hago los coros cantando a pleno pulmón -en calzoncillos- (son las 13:15 del viernes 3 de Julio y en Madrid hace un calor de tres pares de cojones), por toda la casa y cada vez que voy hasta la habitación a por algo que se me ha olvidado (Móvil, echar un vistazo a internet, apagar la luz...) soy incapaz de ir andando, voy corriendo, y a mitad del pasillo, donde se encuentra esa viga cruzada que parece tener escrito en ella, "salta y tócame", salto y la doy una sonora palmada, golpeo tan fuerte que la palma me pica, pero es igual, estoy contento, o tal vez sea algo más, estoy feliz.
Tengo ganas de salir al balcón y gritar, pero me miro de arriba abajo un momento y me digo que dadas las pintas que tengo no iba a ser de recibo, e igual los vecinos al verme me toman por loco, llaman al psiquiátrico y acaban entre todos por joderme el día. Esto último me hace pensar por momentos si no será lo que hemos dado en llamar locura una felicidad llevada al extremo. Llamamos locos a aquellos cuya locura no es acorde a la nuestra leí un día en algún lugar, y estoy seguro que si alguien me viese en este momento diría que estoy loco, no mencionaría para nada la felicidad de la que soy presa.
Me siento raro escribiendo las palabras felicidad y feliz, normalmente siempre se escribe cuando uno se encuentra en el estado totalmente opuesto, pero claro, esas letras nunca verán la luz del sol, se quedan ocultas en la nube negra de la que son hijas. En cierta ocasión le preguntaron a Enrique Urquijo (Los Secretos) porqué todas sus canciones eran tan tristes, a lo que él respondió diciendo que cuando se sentaba a componer era porque estaba jodido, por eso le salían cosas tristes, que cuando estaba feliz, lo último que se le pasaba por la cabeza era ponerse a componer, en esos casos lo que hacía era intentar disfrutar del momento todo lo que este durase.
Pues eso, que estoy loco, o feliz, depende de cómo quieras mirarlo y tenía que hacer un esfuerzo, aunque corto, y contarlo.
¡Bendita locura!


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