viernes, 28 de septiembre de 2012

Días de lluvia

Sucede que a veces el cielo llora las lágrimas que ya no lloramos los humanos. Sucede, sólo a veces, que esas lágrimas acumuladas se llevan la vida inocente de una persona en la otra punta del país, o del mundo, lo cual viene a ocurrir del orden de diez veces más a menudo que el "a veces" nacional. Cosas de lágrimas, siempre tan mal repartidas. Lloramos poco y el cielo lo sabe. Por eso los días de lluvia, para la gente que  no llora, son días tristes, días grises los llaman; la lluvia les trae el recuerdo lejano de algo, no saben muy bien el qué, que echan en falta. Una ausencia. Un nudo en el estómago, que les amarra a la cama; por el contrario, para quienes lloramos a menudo, los días de lluvia son una bendición en la que verse arropado. Nos reconocemos al segundo en el reflejo de cristales salpicados, vemos la lluvia caer al otro lado de la ventana y sentimos la insana tentación de salir a la calle y dejar que las lágrimas que otros no derramaron vengan a parar a nuestros hombros; qué lugar si no, más propicio, para el descanso de tus lágrimas.
Vengo de la calle, tiritando, mojado de lágrimas y vacio de suspiros, a contarte, con estas lágrimas que tu crees letras, que llorar y los días de lluvia, no tienen porqué ser malos.
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