viernes, 23 de diciembre de 2011

El señor de los anillos.

Dice Kirmen Uribe en Bilbao-New York- Bilbao que Lo que para los peces es el invierno, para las personas es la pérdida. Cada pérdida es un anillo oscuro en nuestro interior; y no puedo menos que doblar la esquina superior de la página y pararme a saborear la sentencia, al tiempo que comienzo a pensar cuántos anillos llevo en mi interior; cuántos anillos negros ha dejado la pérdida en mí como el invierno y el hambre dejan en las escamas de los peces y gracias a los cuales somos capaces de conocer su edad. No necesito mucho recapacitar para decir casi sin titubear que si me partiesen en dos, en mi interior habría perfectamente marcados tres anillos negros, rodeados tal vez de una serie de anillos blancos y grises. No les voy a decir a qué pérdidas corresponden mis anillos, poco importa, a pesar de que en ese mismo libro hay una cita de Elías Caneti que me anime a compartirlas. Di tus cosas más íntimas, dilas, es lo único que importa. No te avergüences, las públicas están en el periódico.  Hagan la prueba, miren con sinceridad dentro de cada uno de ustedes y pónganse edad. La verdadera, no la biológica. Dejen el carbono catorce, los años bisiestos y las correcciones horarias de lado y pónganse edad, con el corazón en la mano. Ahora miren a su alrededor y contemplen a sus semejantes. Díganme si no entienden la vida y a ustedes mismos mejor que hace tres minutos. Dadle las gracias a Kirmen y si aún no habéis escrito la carta a los reyes magos, pedidles un libro, tienen la capacidad de ayudarnos a encontrar y aceptar nuestros anillos negros al tiempo que los hacen más llevaderos.
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domingo, 2 de octubre de 2011

Aprendiendo a mirar.

Vengo a aporrear teclas, a intentar corroborar en propia carne aquello que dijese el bueno de Pablo Picasso de que la inspiración existe pero que debe encontrale a uno trabajando.
Inspiración versus transpiración que promulgara otro grande, Thomas Alva, el falso padre de esas bombillas incandescentes que a día de hoy pueblan -rodantes como pollos sin cabeza- los fondos de nuestros cajones, desplazadas por sus jovenes hermanas de bajo consumo.
La bombilla, ese simbolo de idea genial sobre nuestra cabeza, aquella luz, llamarada sagrada sobre las cabezas de los doce elegidos por el Rabí de Galilea.
La idea. La fuente de todo movimiento y acción. La manzana golpeando la cabeza de un melancólico Newton y que dio pie a todo un torrente de fórmulas físicas.
El punto de partida, el apoyo que pedía Arquimedes para mover el mundo. Ese punto es el que yo busco, el que todos buscamos, pero rara vez lo encontramos aún teniéndolo no ante nuestros ojos, sino en nuestros ojos. No estamos ciegos, es que no sabemos mirar, nos diría Saramago.
¿Así que de eso se trata? De saber mirar, de saber aguantar la mirada dentro de uno mismo sin temor a los monstruos que podamos encontrar en las profundidades de nuestro particular lago Ness. De aprender a mirar fuera, a los ojos espectantes que nos rodean y mantenerles la mirada, para encontrar en ellos la luz de una ilusión que llevar con nosotros el día que estemos preparados para sumergirnos en las aguas en busca de la criatura que en realidad somos.
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viernes, 29 de julio de 2011

Vacaciones

Las vacaciones asoman la patita, el blog reclama su lugar en mi mundo (en realidad venía haciéndolo desde hace tiempo, pero por tod@s es sabido que no hay mejor sordo que aquél que no quiere oir) y un servidor corre a su encuentro después de ocho meses sin teclear en los que pasaron tantas cosas importantes a nivel mundial y a nivel personal que ahora no me atrevo a echar la vista atrás ante el temor de dejarme las más importantes en el tintero, no por desmemoria, si no por pudor mal entendido.
Alzaremos la vista y miraremos al frente. A los 15 días de vacaciones por venir. A los libros acumulados en la estantería que engordan la lista de libros que leer, al tiempo disponible para hacer todo aquello que no nos atrevimos a hacer por no romper la fatídica pero cómoda rutina del dia a día. Días para cambiar el modo y el tempo de nuestra mirada, para recorrer la ciudad que habitamos y nos habita con otros pies y otra cadencia en nuestros pasos, no marcada por la tiranía del tic-tac del reloj que durante el resto del año lastra nuestras voluntades más que nuestras muñecas. 15 días para cambiar nuestro particular mundo. 15 días. 15. Bonito número. La niña bonita de un mes de mayo.
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