domingo, 13 de diciembre de 2009

Hoy dice el periódico.

Hoy dice el periódico... (20 minutos, lunes 30 de noviembre de 2009)

Libra: Sé más selectivo en lo que decidas. Elimina todo aquello que sabes que te afecta o te invalida. Anímate a escribir.

Tres sentencias a cumplir, o a intentar cumplir.

¿Pero qué es lo que se recomienda a todos aquellos que como el que escribe nacieron bajo la inestabilidad de la balanza?

Ahí está la clave de todo horóscopo, interprételo usted mismo, amóldeselo a su vida, metabolícelo y... voilá, el/la gurú de turno habrá acertado, habrá dado en el clavo y usted se preguntará cómo es posible que alguien que no le conoce de nada sepa de sus desajustes intestinales, o lo que es más extraño aún, conozca los tormentos de su vida en pareja cuando no dispone aún de ella.

Alguien dijo que en un libro sólo encontramos aquello que ya llevamos dentro, sólo nos quemará la retina aquello que de algún modo ya hemos vivido o sentido antes, sólo llamará nuestra atención aquello para lo que estamos predispuestos a aceptar dicha llamada. Pues bien, cambien la palabra libro por la palabra horóscopo y tendrán la clave.

Si me salto las dos primeras recomendaciones, igual que las ignoré al leer el horóscopo por primera vez, llegamos a la que llamó mi atención, a aquello para lo que estaba predispuesto y con los ojos anhelantes a recibir como propio.

Anímate a escribir.

Por eso estoy ahora escribiendo; porque llevaba tiempo sin darle a la tecla, porque en el fondo de mí algo me decía: - escribe, hace tiempo que no escribes-, pero no encontraba el momento que no el lugar, la mayoría de las veces el momento lo es todo. Y cuando leí lo de anímate a escribir, dije, ahí la has dado campeón, acertaste, le diste al chisquero y la mecha prendió, pero prendió más que nada porque la pólvora ya estaba inflamada, porque el deseo, siempre el deseo, ya estaba presente.

Esta es la genial excusa por la que hoy escribo, mañana probablemente encuentre otra y quién sabe, igual si no la encuentro sea hasta capaz de inventármela.

Pues sucede que escribo, y sucede que me pican los dedos y no sé si es del frío que por fin llamó a las puertas siempre abiertas (depende para quien) de Madrid o de las palabras que se agolpan en ellos.

Sucede que en la calle ya es navidad o al menos intentan que lo parezca. Las luces –ecológicas las llaman, como si tuviesen al sol haciendo horas extras- alumbran las calles más emblemáticas de la ciudad; las más emblemáticas he dicho, la mía y la de tantos otros como yo, no, claro está, siempre hubo clases; Por eso la mía es de las buenas, porque si me esfuerzo un poco/bastante todavía soy capaz de encontrar alguna estrella ecológica perdida en el cielo negro, como si una puñalada hubiese agujereado la bóveda celeste.

Mi calle no se llama melancolía pero en estos días es gris y tal vez un poco triste, las hojas de los árboles las barre el viento y los lunes un señor con la piel color tabaco que por el porte debe ser como poco ecuatoriano y como mucho peruano.

Ya lo dije, siempre hubo clases; Envidio al señor que barre las hojas de mi calle. Porque él más que nadie las oye crujir cuando las pisa, porque él tiene una escoba de cerdas verdes capaz de hacer enormes montones color otoño.

Mi calle, a pesar de ser triste, también tiene mendigos, y lo curioso del caso es que a pesar de pasarse las horas sentados en un triste banco de madera descolorido por la lluvia y el sol, en un parque triste que linda con una calle como ya dije anteriormente no menos triste, parecen más alegres que sus iguales de calles mas alegres, iluminadas y bullangueras, igual es simple cuestión de perspectiva comparativa. Quién sabe. Me pregunto si los mendigos celebrarán la navidad, y me sorprendo al pensar que es probable que a su manera lo hagan. Es imposible comportarse como si se tratase de un día más, aunque lo intentes, no te dejan. El entorno nos influye para mal o para bien, de ahí que me parezca inútil e incluso estúpido el mero hecho de plantearme el cumplimiento de la segunda recomendación. Para los disconformes consulten el Principio de Incertidumbre de un tal Heisenberg y aplíquenlo a las relaciones humanas.

Sigo en mi calle, aun no me he ido, aunque de vez en cuando divague y me pierda en los entresijos de mis pensamientos; como iba diciendo mi calle tiene mendigos, tiene hojas y tiene árboles, muchos árboles –es de lo mejor que tiene mi calle- que en verano dan sombra y en otoño alfombran las aceras, tiene también abuelos entrañables que nervudos cual olivo centenario y enervados, discuten sobre lo que deben ser reñidísimas partidas de cartas a la salida del centro de mayores. Hablan alto y claro, supongo que para hacer más fácil el trabajo a sus castigados oídos. Mi calle no la elegí yo, más bien me eligió ella a mí, o igual es más fiel a la verdad decir que me vino impuesta y hoy me alegro de tal imposición. En su día no pude decidir, no tenía margen de maniobra ni tiempo en el que maniobrar, fueron lentejas, y para mi fortuna las lentejas son uno de mis platos favoritos. Supongo que no se puede controlar todo en esta vida, siempre se nos escapa algo y lo único que podemos hacer es rezar –el que tenga fe- para que el azar se ponga de nuestro lado. Soy incapaz de ser selectivo con lo que decido, más que nada porque en última instancia las decisiones son únicas, singulares y no plurales, se puede ser selectivo con respecto a las alternativas, nunca respecto a la decisión.

Moraleja: No creáis en los horóscopos, lo más probable es que estén redactados por personas tan ociosas como yo, pero tomad de ellos aquello que os haga bien. Y ya sabes, anímate a escribir.

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