miércoles, 20 de octubre de 2010

Mañana no será lo que Dios quiera.

    Mañana es un abanico que se abre y se cierra de manera imperceptible ante nuestros ojos; mañana puede ser un todo incierto o un ayer asegurado. En mañana caben beso, abrazo, lágrima y adiós; en ayer todo menos esperanza e ilusión, un todo sin sentido y sin medida; caben la leche y el tazón, el collar del perro, la banda de música, el telescopio, el mando a distancia y el tenedor, el imperdible, la batuta, el marcapáginas, el billete de metro, la sopa de sobre, la pata de palo, el peine, el microscopio, la pelota y el ordenador.
    En mañana caben verde y azul, amarillo y negro, cabe la Historia al por mayor. Cabes tu y quepo yo. Cabemos nosotros y ellos, Cien años de soledad, Macondo, los Buendia y compañía, el diccionario, los finales tristes, los palacios de cristal, el corazón, la calabaza, la pipa de girasol, el violin, el oxido de las vias, las balas, los lunes al sol...
    Mañana llegará a ser hoy, ayer y antes de ayer, sin dejar de ser.
    Mañana puede ser aire, sacapuntas, alfiler, tobogan, arena, polvo de estrellas, sonrisa, lágrima en tus ojos, mirada complice, hoja perenne, primavera, piscina, isla desierta, cana en el pelo, traje de luces, guerra, vino, azucar, trigo verde, rueda de molino, agua que no has de beber...
    Mañana será Luis, será García, será Montero, será Angel, será Gonzalez...

Mañana, no me engañas, no serás lo que eres hoy.

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